martes, 14 de agosto de 2012

De lo sensato, lo otro

Cada que veo a un cartero, A., me sonríe sin saber. 
Sin voltear la cara. Sin llegar a verme.

Te escribo una carta que nunca mandé. Anexo leche para tu café, que no tomas, porque eres precavido. 
Preguntas que cómo suspiro. No sé qué contarte sino que bajo mi cama, anido una migala. Que en estas paredes púrpuras no vive Egon Shiele mirando desde arriba; que me mira desde abajo, cuando me pongo las medias. 

Albergo un lunar en la punta de la nariz, sólo porque te gusta. El día que se quiera ir, intentaré convencerlo de que se quede otro poco. No me hará caso. Querrá marcharse, y le daré la libertad, porque ya no hay quien lo mire con esos ojos. 

Yo no guardo frascos, ni conozco el formol. Tengo en cambio un montón de perfumes que conservo en la tela suave de otras almohadas. Tengo también tres nubes en la pared. Cuando leo sobre mi cama, levanto las piernas y apoyo ahí mis pies. Si guardas silencio, incluso de noche se escuchan las ruedas de los camiones allá afuera. Guarda silencio, te digo, porque Fito e Isabel ya regresaron. No te rías. No te muevas, ¡eh! No te muevas. Mañana me voy, hoy, o ayer. 




No hay comentarios:

Publicar un comentario