martes, 17 de agosto de 2010

Un lastre. Eso soy por las mañanas.

iFelix Vallotton
Ahí va otra vez. El vecino clavando en la pared a la una de la madrugada. ¿Qué pretende? No puede ser… se me acabó el café. ¿Qué hora es?... Uta… ya es bien tarde. ¡Chin! Pisé una cucaracha.



No, sería una necedad afirmar que lo que más me hace enojar es el vecino, o la carencia, o las cucarachas. La que me saca de quicio soy yo. Yo y mi retahíla de manías. Yo y mi mal genio. Yo y la mala suerte que ando cargando como loza de condenado. Porque detesto el crujir de las cucarachas al ser pisadas, así como detesto no poder dormir cuando más me lo piden a gritos mis ojeras de mapache trasnochado. Ajá, si me siento un momento y lo pienso, lo que más odio es no dormir. Odio que me despierte el sonido de la licuadora a las seis de la mañana, cuando lo que más quiero es quedarme enredada en las cobijas hasta que me despierte mi conciencia (No es práctico: una vez lo hice y no desperté hasta las 3pm). Uff… no tolero que mi madre, desesperada porque no me levanto, me salpique con agua fría la cara (y de paso tampoco tolero su menjurges vegetarianos que prepara cuando está a dieta); menos aún soporto los despertadores. Esas maquinitas son horribles: me hacen regresar al mundo de los vivos con el deseo latente de mandar el aparato ese al infierno. Lo peor es cuando ya te has domesticado a abrir los ojos incluso cinco minutos antes de que suene el desgraciado. No cabe duda que el hombre es animal de costumbres. No puedo prescindir de él, así son las cosas. Pero mañana, invariablemente, llegaré tarde.

3 comentarios:

  1. Asi es un animal domesticado por sus costumbres.

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  2. Y otros hombres son, por costumbre, animales.

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  3. esta bien, Roberto Arlt habla por medio de uno de sus personajes en alguna novela que; me doy cuenta que en realidad el trabajo diario no me cansa, me cansan los pensamientos de ello...

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